lunes, 12 de mayo de 2014

El Chico de Oro, Antonio Sanabria

Tonny Sanabria, el joven paraguayo, descubierto por el Barça a través del pequeño club sitgetano, La Blanca Subur. De familia humilde, sus padres inmigran a España en busca de oportunidades laborales como tantos otros. Con ayuda consiguen pagar la cuota del equipo en el que jugaría apenas seis meses, tiempo más que suficiente para proclamarse pichichi. Su versatilidad y habilidad consiguen despertar el interés de equipos como el Barça y el Madrid. Finalmente se decantará por el primero, por lo que pronto se trasladará a la escuela de los más grandes, La Masía. 

Allí empezaría una formación tanto futbolística como personal que le terminará por colocar entre las cinco mayores promesas de la reconocida escuela. Consigue convertirse en una pieza clave en los planes de Sacristán en el Barça B. Incluso, en diversas ocasiones, siendo convocado por el equipo padre y la selección de su país natal. En esta última debutando a los 17 años, convirtiéndose así en el segundo jugador más joven de la historia en debutar con Paraguay. 

Es entonces que empiezan las ofertas millonarias por el, que consiguen poner al Barça contra la espada y la pared. Por estas razones puramente económicas, Sanabria aconsejado por su familia y representantes, les retará a un pulso que tendrá como resultado que fiche por la Roma para ser cedido al US Sassuolo, equipo de la serie A italiana. El equipo catalán no considera oportuno variar su estricta política contractual, que le impide competir con las ofertas sobre la mesa del jugador. Esta situación tiene como resultado el adiós de uno de los canteranos con mayor proyección. Una situación que entiendo pero, sin duda, no comparto. Como lo veo yo, con las personas excepcionales se deben hacer excepciones.

Una historia que acaparará periódicos y generará un gran debate. La pregunta es, ¿Es posible estar preparado para afrontar este tipo de situaciones? ¿Con 18 años se esta preparado para tomar decisiones que condicionen el resto de tu vida? Lo que me gustaría transmitir a través de esta publicación es lo rápido que los jugadores de fútbol están obligados a crecer, sobre todo, las grandes estrellas. Son lo que son, en parte, por saber afrontar este tipo de presiones. Acertar sus decisiones tiene mucho que ver con quién les aconseja, quién les rodea, acompañado, por supuesto, de la suerte personal. 

Ahora es muy difícil saber si las decisiones defendidas por el jugador son las oportunas, pero lo que sí es cierto, es que éste ha demostrado estar a la altura de todas ellas. Cumpliendo y respondiendo más que favorablemente a todas las expectativas. Poco queda del inocente chico que llegó de Paraguay para jugar a fútbol en el "Nou Pins Vens" con su primo. Hoy, hay un hombre con obligaciones y deberes. 

Habiendo presenciado su flamante comienzo en el mundo del deporte profesional será un gusto seguir de cerca todos los logros que están por venir. Desde aquí, todo mi apoyo incondicional. Con la esperanza de que algún día se vuelva a dar un caso Cesc o Piqué y pueda verle triunfar en el equipo de mi vida. A veces dos caminos tienen que separarse de manera que en un futuro puedan volverse a encontrar.

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